Las estructuras y relaciones económicas, políticas, sociales y culturales predominantes en la sociedad capitalista actual, – en la cual predomina la monstruosa y voraz globalización neoliberal -, son el resultado de un largo proceso de desarrollo histórico, iniciado hace unos 10.000 años, con el surgimiento de la agricultura y la división social del trabajo, que permitió el aumento progresivo de su productividad y la generación de excedentes; en un primer tiempo, en la producción de alimentos y otros bienes de primera necesidad por encima del mínimo vital, y posteriormente la producción de otros bienes, entre ellos los suntuarios y la construcción de ciudades y enormes infraestructuras productivas y su apropiación por grupos sociales minoritarios y dominantes de la sociedad. En este período de transición de la primera a la segunda gran época de la historia de la humanidad, – la época del sistema del capital, que es en la que estamos viviendo-, surgieron y se desarrollaron las clases sociales con intereses contrapuestos (explotadoras y explotadas) y el Estado.
El sistema del capital, el Estado y la política
El Estado, con sus instituciones civiles, militares y religiosas o ideológicas, ha sido a partir de entonces, el principal instrumento, mediante el cual, los grupos humanos conformados en clases sociales dominantes, controlan y organizan las sociedades, en sistemas integrados: con sus componentes políticos, económicos, sociales y culturales; para hacer posible la reproducción del organismo social en los territorios bajo su dominio y la explotación de las clases trabajadoras, que producen la riqueza social que les permite vivir en condiciones de privilegio y opulencia.
En las antiguas sociedades tributarias, esclavistas y feudales, así como en las modernas sociedades capitalistas y en las de tipo soviético (que implosionaron y desaparecieron sin haber conseguido el propósito inicial de superar la explotación de los trabajadores y construir la sociedad socialista), el proceso social de trabajo es controlado por las clases dominantes (la burguesía en el caso de la sociedad capitalista), buscando su máxima productividad con las tecnologías disponibles en cada tiempo y lugar. El objetivo principal: hacer que los trabajadores produzcan la mayor cantidad de bienes, servicios y conocimientos, – una parte de los cuales se apropian sin compensar a sus productores -, para satisfacer de forma amplia o total, sus necesidades materiales y culturales, prioritarias y suntuarias, y garantizar sus privilegios y poder.
Para lograr este propósito, el Estado con sus personificaciones, se ve obligado en cierta medida, a preservar la vida y a satisfacer con productos e infraestructuras casi siempre de baja calidad y con frecuencia precarias, las necesidades vitales de una parte de la población y los trabajadores. Pero lo hace siempre, asegurando su subordinación a las clases dominantes explotadoras y sobre todo, garantizando que ellas puedan apropiarse de las ganancias con las cuales viven de manera privilegiada.
Una gran parte del pueblo y los trabajadores, que en determinado momento y por diversas circunstancias, deja de ser útil al sistema del capital, o no es considerada como mercado efectivo que genera ganancias, es transformada en población sobrante para el capital, es marginada y condenada al hambre, la miseria y la muerte. Como últimos recursos para lograr sobrevivir, algunos de nuestros hermanos y hermanas más pobres, recurren a la prostitución y a diversas formas de delincuencia.
Los sectores dominantes, explotadores y parasitarios de la sociedad, se han enriquecido de manera incesante, hasta el punto en que, desde los inicios del siglo XXI, gracias a la globalización neoliberal y la concentración de la propiedad que ella ha acelerado, alrededor de 500 empresas transnacionales controlan más de la mitad de todos los activos económicos del planeta, mientras más de 1.000 millones de seres humanos padecen de desempleo, hambre y miseria extrema.
Mediante diversas formas, que han variado a lo largo de la historia, pero que siempre combinan la violencia y la represión, con el control ideológico y cultural y con medidas económicas legales e ilegales de la clase dominante, los trabajadores han sido expropiados de los medios de producción para obligarlos a vender su fuerza de trabajo por un salario. Han sido despojados de su potestad para tomar las decisiones fundamentales que afectan su vida, entre ellas las concernientes al proceso de trabajo, a los productos y valores generados, a su distribución, intercambio y consumo. En otras palabras: los trabajadores han sido despojados del control de sus condiciones materiales de existencia, y por tanto, del control de sus propias vidas.
Economía de los Trabajadores y autogestión
El Movimiento Internacional La Economía de los Trabajadores, está conformado por trabajadores y trabajadoras autogestionarios de empresas recuperadas en estos primeros 17 años del siglo XXI, en principio, en Argentina y luego en otros países de América Latina y el mundo, al cual se han ido articulando trabajadores sin patrón de los más diversos sectores económicos, tales como pequeños productores rurales, campesinos, pescadores, mineros, artesanos y otros trabajadores urbanos organizados, de cada vez más países y continentes.
El movimiento se ha venido desarrollando, con matices diferenciados, de acuerdo a las condiciones particulares (políticas, económicas y sociales), de cada sector económico, país y región, como resultado de la agudización de las contradicciones del sistema capitalista y de la lucha de los trabajadores por sobrevivir y mejorar sus condiciones de vida y de trabajo.
Es un proceso que, quizás sin que nadie se lo haya propuesto de manera expresa, es afín y da continuidad, de manera particular en las condiciones contemporáneas, a la lucha organizada y consciente de los trabajadores, en el proceso que describieran Marx y Engels en el Manifiesto de la Primera Asociación Internacional de los Trabajadores, hace más de 150 años, que se resume en la contradicción general entre trabajo y capital.
Destacamos: la producción cada vez más social y la apropiación privada de los resultados del trabajo; la división internacional del trabajo entre países industrializados con alto nivel de desarrollo científico y tecnológico, y países atrasados productores de materias primas e importadores de todo lo demás; y la feroz competencia entre todos los capitalistas y entre todos los países imperialistas.
Resultado: incontables guerras, calentamiento de la atmósfera y cambio climático global; consumismo desenfrenado, extractivismo minero y agronegocios, que destruyen cada vez más ecosistemas y ponen en alto riesgo la sobrevivencia de la especie humana y el planeta Tierra.
Las empresas con menor nivel de desarrollo tecnológico y por tanto con menor productividad del trabajo, no pueden sostenerse en el mercado y se quiebran, o incluso antes de que ello ocurra, son desmanteladas, vaciadas y abandonadas por los propietarios capitalistas porque ya no producen la rentabilidad y las ganancias que ellos requieren para mantenerlas activas.
Los trabajadores quedan a la deriva, sin que les paguen sus cesantías o salarios atrasados y sin ingresos para satisfacer sus necesidades vitales junto con sus familias. Es decir que, si no pueden conseguir con prontitud un trabajo alterno, o acceder a otras fuentes de subsistencia legales, – lo cual es más o menos difícil según las tasas de desempleo, los cambios tecnológicos cada vez más veloces y la mayor edad de los trabajadores – , quedan condenados al hambre, a la miseria, a la indignidad, a la muerte lenta, a la delincuencia o la criminalidad. Como estas personas no son mercado efectivo para el capital, o han dejado de serlo, y ya no es posible obtener de ellos ninguna ganancia, estos hermanos nuestros han sido convertidos por los capitalistas, en población sobrante, marginal, desechable!
Otro tanto ocurre con los artesanos y trabajadores rurales, ya sean asalariados, o pequeños productores campesinos, pescadores, indígenas y otros, que por diversas razones ya no pueden mantener las condiciones que mínimamente les permitan reproducir sus vidas y las de sus familias con sus pequeñas empresas o por medio de la economía familiar de autoconsumo, ni pueden mantenerse en el mercado – si es que en algún momento lograron integrarse al mismo -, porque dejan de ser “competitivos” y se quiebran, convirtiéndose en desempleados y marginados, en la misma medida en que las grandes empresas y monopolios (principalmente transnacionales) asumen cada vez más el control de los recursos financieros y de crédito, de tierras y territorios, aguas, energía, comunicación, herramientas y equipos, transportes, mercados, semillas e insumos de todo tipo; es decir, obtienen el control de los mercados y de los diversos eslabones del ciclo económico con lo cual imponen a toda la sociedad las condiciones y los precios de compra y venta de los productos y servicios.
Las comunidades urbanas y rurales, están mayoritariamente integradas por diversos tipos de trabajadores y sus familias, quienes a su vez somos los consumidores mayoritarios de las mercancías: bienes y servicios de baja o mediana calidad, producidos o prestados en gran escala por las empresas capitalistas. ¡Todos somos explotados de una u otra manera, o de todas las formas posibles, por el sistema del capital y sus personificaciones, que se enriquecen a costa del trabajo explotado, el sufrimiento y la pobreza de todos los demás!
El sistema del capital es incapaz de satisfacer de manera completa y con cobertura universal, las necesidades materiales, culturales y espirituales de los pueblos del planeta, porque la lógica que rige al sistema es la acumulación de la ganancia. Por ello sigue habiendo contradicciones como la existencia de millones de familias sin techo y millones de casas vacías; millones de hambrientos y despilfarro de alimentos; desempleo y recursos sobrantes a la espera de inversiones para ganancia privada etc., etc. La cultura consumista y el uso de tecnologías destructoras del ambiente y la salud, orientadas a obtener a toda costa la máxima ganancia, están conduciendo a la humanidad a un callejón sin salida… que se expresa en el calentamiento global y el cambio climático. En el camino y al final de ese callejón, para miles de millones de seres humanos, solo se encuentran el hambre, la enfermedad y la pobreza… Y en escala global, la muerte de los ecosistemas y de miles de especies del planeta, incluida la especie humana.
Por tales razones, los trabajadores de todo tipo, urbanos y rurales, artesanos, industriales, intelectuales, los movimientos sociales populares y las comunidades organizadas, estamos en la obligación y el deber de construir desde ahora, de manera conjunta y progresiva, nuevas formas de organización de la sociedad, de la política y la economía, que hagan posible la satisfacción de las necesidades vitales y el desarrollo humano integral de nuestros pueblos en armonía con la naturaleza.
Esto tiene que realizarse en territorios concretos, con sus características particulares geológicas, ambientales, geopolíticas y socio-culturales, lo que incluye las infraestructuras territoriales: energía, agua, conectividad urbano – rural, vías, transporte y comunicaciones, locales, regionales, nacionales e internacionales.
La Economía de los Trabajadores, en cualquiera de las unidades económicas, ya sean de producción o de servicios, o en las cadenas y redes socio-económicas en las cuales deben integrarse, se caracteriza por la autogestión, guiada por los más altos valores éticos y humanistas, con un modelo de gestión flexible al servicio de los trabajadores, las comunidades y los pueblos del planeta. La autogestión no debe comprenderse para nada como autarquía o falta de integración y articulación con otros procesos económicos y sociales. Para desarrollar plenamente su potencial transformador, la autogestión requiere de mucha planificación en el ámbito de las empresas, localidades y regiones; y también en los ámbitos nacional e internacional. Es importante estudiar la experiencia histórica de Yugoeslavia, porque la autogestión, incluso promovida y elevada a política de Estado, como ocurrió en ese país, no debería reproducir la competencia anárquica del mercado capitalista. Esta fue una de las causas que llevó a Yugoeslavia a su desaparición como Estado, después de haber sido destrozada por una guerra desatada por el militarismo imperialista.
La autogestión tiene diversos niveles, límites y alcances en su desarrollo, de acuerdo al sistema socio-económico y político-cultural en que se realiza. Es necesario que seamos conscientes de ello. En la sociedad capitalista actual, controlada por monopolios, con frecuencia transnacionales, la división social y técnica del trabajo, la especialización y fragmentación cada vez mayor de la producción, ha alcanzado niveles extraordinarios, inimaginables hasta hace pocos años. Pero, como dijimos anteriormente, decenas de miles de empresas son controladas por alrededor de 500 empresas transnacionales que hacen parte de gigantescos monopolios financieros que logran controlar las etapas y procesos de financiación, producción, distribución, intercambio y consumo.
Además, controlan los gobiernos. Pero más aún, controlan los Estados, con sus poderes legislativo, ejecutivo y judicial, los cuales utilizan de manera sistemática para asegurar su dominio sobre las clases sociales trabajadoras. ¡Sobre TODAS las clases trabajadoras!, seamos o no, conscientes de ello. ¡La libertad de que disponemos en el sistema capitalista es extremadamente limitada! Éste límite resulta de ser una libertad abstracta, es decir, libertad de la voluntad del trabajador, sin dominio real de su propia fuerza de trabajo, que en el sistema del capital, como norma general, solo puede ser usada por los capitalistas según sus propios intereses. Pero precisamente por ello, debemos utilizar las pocas libertades que existen, con la máxima inteligencia y perspectiva estratégica verdaderamente emancipatoria.
Como habrán podido experimentar los trabajadores de las empresas recuperadas, ¡de todas ellas sin excepción alguna! la autogestión en el ámbito de las empresas, es decir, la capacidad de tomar decisiones y hacer que ellas se cumplan, se encuentra determinada por los conocimientos, organización y capacidad de los trabajadores; pero al mismo tiempo, también está determinada y restringida por las condiciones generales del medio en que se encuentran: Por el tipo de Estado, gobierno, modelo de desarrollo y políticas públicas de los países; por las características del mercado, por las posibilidades de acceder a créditos y las tasas de interés, por el acceso a los servicios de agua y alcantarillado, energía, comunicaciones, y sus tarifas; por el acceso a las materias primas, herramientas, equipos y sus precios, para sólo mencionar algunos factores sin los cuales no es posible producir.
El caso del aumento exagerado de las tarifas, impuesto en Argentina por el gobierno de Macri, que pone en riesgo de quiebra a las empresas recuperadas por los trabajadores, así como a otras pequeñas empresas, y la represión contra ellas, es especialmente demostrativo. Pero, además, por las trabas para obtener los permisos, autorizaciones y licencias que deben otorgar las instituciones públicas para el funcionamiento de las empresas, generalmente plagadas de burocratismo y corrupción. Vale la pena destacar, la parcialidad de la justicia y los jueces en favor de los capitalistas, – salvo algunas honrosas excepciones que siempre existen -, que se manifiesta en medidas judiciales que ordenan devolver las fábricas a sus antiguos propietarios, después que las abandonaron y fueron recuperadas y valorizadas por los trabajadores mediante muchos años de sacrificio y enormes esfuerzos.
Todos estos aspectos son en buena medida determinados o influidos por las políticas públicas de los países y por el modelo económico imperante en la actualidad mundial, que desafortunadamente, es el neoliberal; así como, por los programas y proyectos de inversión de los gobiernos. En otras palabras, las condiciones generales en la cuales se forman y desenvuelven las unidades económicas y las empresas, son determinadas en el ámbito de la política. Por ello, los trabajadores NO podemos ser apolíticos, ni políticamente neutrales. Menos aún los de las empresas autogestionarias.
Economía de los Trabajadores, autogestión y Poder popular
Los trabajadores vinculados al Movimiento Internacional LA ECONOMÍA DE LOS TRABAJADORES, debemos construir, impulsar y/o apoyar, las políticas que correspondan a los intereses de los trabajadores, las comunidades y la humanidad. Para ello, debemos construir Poder Popular, auto-gobierno del pueblo.
Significa que los trabajadores en conjunto con las comunidades (compuestas por trabajadores y otros grupos poblacionales, todos los cuales somos consumidores de bienes y servicios), controlamos de manera colectiva los medios y factores de la producción, y ejercemos la democracia participativa. Esto es, que participamos de manera organizada y consciente, en la toma, ejecución, seguimiento y control de las decisiones sobre los aspectos fundamentales del proceso social de trabajo y sus resultados.
Estas decisiones se sintetizan en un modelo de gestión flexible, pero siempre congruente con los VALORES Y PRINCIPIOS HUMANISTAS de los trabajadores y las comunidades con las cuales se interrelacionan y de las cuales son parte integrante, buscando la mayor armonía posible con la naturaleza. Estas decisiones son en términos generales las referentes a:
a) Formulación de las políticas de las empresa o agrupaciones de empresas y redes socio-económicas); y en un nivel territorial más elevado, determinación de las políticas públicas y planes de desarrollo de los entes territoriales (alcaldías en principio), conjuntamente con otras organizaciones y movimientos sociales.
b) Elaboración del plan de trabajo anual y del plan de desarrollo estratégico de las empresas;
c) Elaboración del presupuesto;
d) Ejecución y control del plan de trabajo y definición de tecnologías y procesos productivos;
e) Control de las compras, de la producción y del destino de los productos;
f) Determinación de las calidades, cantidades y precios de venta;
g) Distribución de los excedentes.
Es la construcción de Poder Popular, a partir de las unidades productivas en el ámbito territorial. Porque “poder popular”, expresado de una manera sencilla, es la capacidad del pueblo y los trabajadores organizados, de tomar las decisiones fundamentales que afectan su vida y hacer que ellas se cumplan.
La economía de los trabajadores, puede y debe orientarse a construir Poder Popular en los territorios concretos, en la interacción urbano-rural con las comunidades, los movimientos sociales populares y los consumidores, con el fin de planificar de manera conjunta, no solo la producción de bienes y la prestación de servicios que permitan satisfacer necesidades y mejorar su vida en el corto plazo; sino que, con una perspectiva estratégica, permitan transformar progresivamente bajo la gestión colectiva de los sujetos sociales del mundo del trabajo, conjuntamente con las más diversas organizaciones populares, la manera como se satisfacen las necesidades materiales, culturales y espirituales de la sociedad y su desarrollo integral y sostenible, teniendo en cuenta y transformando al mismo tiempo las principales dimensiones en las que se desenvuelve la sociedad, a saber: cultural, política, económica, social, ambiental, territorial, histórica e internacional.
Cómo es lógico, esto solo puede realizarse, en tensión, en contradicción y en confrontación con las estructuras económicas, político-jurídicas y culturales del sistema del capital. El Movimiento Internacional La Economía de los Trabajadores, debe asumir, conjuntamente con otros movimientos políticos y sociales con intereses afines, esa responsabilidad histórica, para beneficio de los trabajadores, los pueblos y toda la humanidad.
Construcción de redes y cadenas socioeconómicas territoriales
Por conveniencia general de la sociedad, para contribuir a generar trabajo productivo e ingresos para la población, producir bienes y prestar servicios verdaderamente necesarios para la vida en comunidad, de manera socialmente eficiente y sostenible en armonía con la naturaleza, y distribuirlos a precios justos con criterios de equidad, igualdad compleja, justicia social, solidaridad y eficiencia económica; es necesario y pertinente que, El Movimiento Internacional La Economía de los Trabajadores, junto a otros movimientos sociales afines y complementarios, como pueden ser los de campesinos, indígenas, afrodescendientes, ambientalistas, mujeres, derechos humanos, juveniles, y otros, conjuntamente con los entes político territoriales y las instituciones públicas que estén influidas o sean expresión del Poder Popular, que cuenten con personal y directores humanistas, promuevan la organización de la población en cooperativas y otras formas asociativas de la economía solidaria, impulsando y planificando su articulación en redes y cadenas socio – económicas de financiamiento, producción, distribución, intercambio y consumo.
En ellas podrán participar de manera complementaria, con inteligentes y novedosos esquemas de asociación, los mas diversos grupos y movimientos sociales, tanto urbanos como rurales, para crear una poderosa sinergia solidaria con proyección y efectos políticos, que permita aprovechar a fondo sus capacidades y potencialidades, haciendo coincidir de manera complementaria sus condiciones de productores y consumidores.
En estas redes y cadenas socio económicas, podrán integrarse las cooperativas o empresas asociativas solidarias y las más diversas formas de producción y propiedad: familiar, comunitaria y solidaria; pequeña y mediana empresa privada; empresas públicas y empresas mixtas que, en diversas formas de asociación, pueden incluir algunas o todas las anteriores. Será conveniente promover las alianzas Público-Comunitarias que permitan impulsar el autogobierno de las comunidades. Las orientaciones estratégicas serán determinadas por el propósito de alcanzar los mayores beneficios sociales posibles.
Es fundamental impulsar nuevas formas de relación verdaderamente democráticas, equitativas y complementarias, entre productores y consumidores urbanos y rurales.
El mundo capitalista, las grandes ciudades donde ahora se concentra la mayor parte de la población mundial (que vive ahora en gran medida separada de la naturaleza) y la producción industrial que le son característicos, se desarrollaron primeramente a costa de super explotar a los trabajadores del campo. De él extrajeron y extraen los alimentos que nos permiten reproducir la vida, y los recursos naturales, para convertirlos en fuentes de combustibles y materias primas para las industrias. Durante centenares de años, mientras las ciudades y las industrias crecían, y los terratenientes y capitalistas de diversos tipos se enriquecían, los campesinos y sectores rurales se empobrecían y empobrecen. Al final, después de explotar las tierras y de extraerles todas sus energías, minerales y nutrientes, los campesinos o productores agrícolas que sobreviven y que deciden permanecer en el campo, quedan viejos y enfermos, y los campos desolados. Los ecosistemas destruidos. Es un proceso que aún continúa y continuará mientras el capitalismo siga existiendo, porque el llamado “desarrollo desigual”, que es consustancial al capitalismo, significa que una parte de la sociedad se desarrolla mientras la otra se atrofia y muere, o se subdesarrolla. No hay duda alguna: en todo tiempo y lugar los capitalistas se enriquecen y concentran la propiedad y los ingresos a costa de apropiarse de la plusvalía generada por los trabajadores urbanos y rurales, lo que es equivalente a chuparles su sangre y su vida. Por eso, es fundamental impulsar nuevas formas de relación verdaderamente democráticas, equitativas y complementarias, entre productores y consumidores urbanos y rurales.
Esto permitirá aprovechar en conjunto: sociedad civil organizada, e instituciones públicas (de aquellas que en verdad estén al servicio de la población), las potencialidades y capacidades de trabajo locales y regionales, para producir bienes, servicios y conocimientos que permitan superar la pobreza, satisfacer sus necesidades básicas, promover y respetar los Derechos Humanos, económicos, sociales, culturales y ambientales; mejorar de manera progresiva su calidad de vida, así como en un futuro próximo producir excedentes para otros territorios y para la exportación, generando divisas que permitan importar los bienes que no son producidos en el ámbito nacional.
Re-Ingeniería cultural y transformación social
El proceso de ejercicio y aprendizaje de la autogestión por parte de los trabajadores y del Poder Popular o autogobierno del pueblo a escala local; que avance y se proyecte progresivamente hacia las escalas departamental, regional y nacional; deberá comprenderse como parte de un proceso de re-ingeniería cultural del pueblo y los trabajadores, en el cual se deberán producir cambios psico-sociales de carácter permanente, que incluyen las formas de percibir y comprender la realidad, las emociones y formas de sentir entre otras, para superar las mentalidades egoístas e individualistas formadas a la largo de nuestras vidas en la sociedad capitalista, para sustituirlas con valores y principios que contribuyan a construir sociedades donde los seres humanos tengamos las mayores posibilidades de ser felices, basados en el amor, la equidad, la igualdad, la justicia social, la solidaridad, la honestidad, la eficiencia… y todos aquellos valores que sean verdaderamente útiles para la vida en comunidad, con respeto integral a los derechos humanos, que son a su vez, la base de la paz territorial, nacional e internacional.
Es necesario planificar y realizar investigaciones y estudios sistemáticos de los procesos de auto-transformación colectiva de los sujetos sociales vinculados a las entidades de Economía de los Trabajadores que se constituyan y a las cadenas y redes socio-económicas en que se integren. Las investigaciones deberán incluir su incidencia en el restablecimiento y respeto a los Derechos Humanos y el impacto económico-social, político, cultural y psicosocial que se vaya logrando en los territorios.
El Movimiento Internacional La Economía de los Trabajadores, debe crear sus propios centros de pensamiento y planificación estratégica desde las empresas y centros de trabajo; así como sus propias escuelas de formación para la autogestión, por lo cual propongo a los trabajadores de la Cooperativa Textiles Pigüé y a los voceros de las empresas autogestionadas hoy reunidos, crear en esta gran empresa de Pigüé, La Escuela Internacional de autogestión de empresas y cadenas socioeconómicas de los trabajadores.
Pero al mismo tiempo, las empresas autogestionadas, pueden y deben hacer convenios con universidades e instituciones dedicadas a la investigación social y al desarrollo sostenible, que tengan experiencia en la interacción con las comunidades y los movimientos sociales, y en la producción de conocimiento para la transformación social, como es el caso del Programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires, que las ha apoyado desde sus inicios.
Hay que diseñar y aplicar métodos con enfoque sistémico y diferencial: territorial, cultural, racial, y de género, y perspectiva de economía de escala, que tengan en cuenta los efectos, oportunidades y limitantes producto de la globalización neoliberal y los múltiples tratados de libre comercio que han firmado los gobiernos, al mismo tiempo que propugna por el cambio y la superación del nefasto modelo económico neoliberal que nos ha sido impuesto por las personificaciones del capitalismo mundial.
La planificación de las cadenas y redes socio-económicas integrales se hará con participación de los emprendedores/as autogestionarios/as; con apoyo de las instituciones públicas influidas por el Poder Popular, por el sector de la economía solidaria y la cooperación internacional, aprovechando y desarrollando los conocimientos sobre perfiles territoriales por municipios y regiones.
Esas metodologías deben promover la mayor transparencia posible en el manejo y uso de los recursos. La transparencia y lucha contra la corrupción, son indispensables para que los recursos aportados por las instituciones públicas, la cooperación internacional y los ingresos generados por el propio trabajo de los emprendedores autogestionarios y solidarios, sean utilizados de manera honesta y eficiente, cumpliendo con su objetivo social: construir sociedades con autogobiernos populares, con paz estable y duradera para el buen vivir, en armonía con la naturaleza.
¡Viva la Economía de los Trabajadores!
¡Viva la paz, la solidaridad y el internacionalismo de los trabajadores!
¡Viva la vida!
Rafael Enciso, Economista Investigador
Federación de Trabajadores del Estado los servicios Públicos y la Comunidad, ÚNETE, de la República de Colombia
Correo electrónico: saberytrabajo1955@gmail.com
Pigüe, Argentina, Agosto 31 de 2017
La Coalición de Movimientos y Organizaciones Sociales de Colombia, COMOSOC es un proceso de articulación de organizaciones sociales de base locales, regionales y nacionales, que existe de hace casi 20 años y trabaja para dar a los movimientos sociales un papel político, de actores protagónicos en la construcción de cambio en el país.