En el 2020, las puertas de los teatros se cerraron y algunas no se volvieron a abrir, muchos artistas saturaron las redes sociales ofertando otros servicios distintos a su profesión, dado que los eventos y espacios para circular sus productos, de donde derivan su sustento, fueron cancelados. La pandemia puso en evidencia la precarización profunda a la que se enfrenta el sector: la ausencia de seguridad social, de espacios propios, la contratación temporal y la inestabilidad que ponen en cuestión esa mirada romántica alimentada por años sobre el oficio del artista que trabaja “por amor al arte” y que “vive del aplauso”.
Por supuesto, en medio de la hostilidad, las artes han logrado mantenerse a flote, el olvido de la cultura no ha permitido a los artistas dejar de ejercer su función creativa, como profetas en el desierto han seguido creando, formando y circulando sus obras gracias a esfuerzos individuales, a variadas formas de autogestión, a la tímida mirada de la cooperación internacional, a los patrocinios y a la fidelidad, valoración e inquietud del público.
El desprecio por el arte y los artistas se expresa en las políticas culturales que no dejan de ver la producción artística desde una dimensión meramente decorativa y prescindible. El presupuesto de inversión del mendicante ministerio de cultura no supera los 500 mil millones de pesos, uno de los más bajos que históricamente tiene el estado colombiano y ampliamente desproporcionado si se le compara con el presupuesto del ministerio de defensa cuyo monto asciende los 50 billones de pesos. Es decir, el presupuesto de un día de mindefensa, es el mismo presupuesto que tiene para todo un año el sector cultura.
“El cambio social es un cambio cultural o no es” es la consigna de la nueva Ministra de Cultura Patricia Ariza: artista, poeta, humanista, que en los últimos años ha tenido un papel importante en procesos de verdad, memoria y reparación a las víctimas del conflicto armado. Fue militante de la UP y una férrea opositora de la privatización de la cultura, crítica de que las actividades culturales y simbólicas se reduzcan y se subordinen al mercado y a la producción industrializada. “No todo es economía naranja, está la red de bibliotecas, las políticas de concertación que son un paradigma en América Latina y el resultado de las luchas de la gente…el Ministerio de Cultura se ha desnaturalizado con la economía naranja” dijo la ministra en una entrevista con la periodista María Jimena Duzán.
Para sus primeros cien días la ministra ha anunciado tres grandes temas que desde ya auguran una nueva mirada de lo cultural:
- El Gran Estallido Cultural por la Vida y por la Paz
- La democratización y facilidad de acceso a los recursos de la nueva convocatoria 2023 del Programa Nacional de Concertación Cultural:másrecursos, menos requisitos, más facilidades para participar.
- La socialización, revisión y conversación sobre el nuevo Plan Decenal de Cultura.
A su vez la ministra ha anticipado los cuatro ejes estratégicos que marcarán el rumbo de la agenda de trabajo del Ministerio de Cultura, el que ahora denomina: Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes -MICASA- durante los próximos cuatro años:
- Cultura de paz, arte y educación para la vida
- Memoria viva
- Saberes y culturas
- Colombia en el planeta
Sin duda la realización de esta agenda garantizaría la revitalización de la vida cultural: la apertura de teatros, la realización de festivales, eventos y espectáculos. Sin embargo, con el presupuesto actual esta agenda es inviable puesto que no alcanza a satisfacer las demandas del sector, al contrario, lo desestimula.
Así las cosas, resulta apremiante para la nueva ministra afinar su capacidad de gestión para incidir en el presupuesto general de la nación y para esto es fundamental articular el sector cultura con educación, turismo y ciencia. Ansiosos estamos por ver a una ministra que gestiona y que no se resigna con recoger migajas…
Edit Rosio Gonzalez
Historiadora y Magister en Educación.
Escuela Mario González