El grito de auxilio de los nadie a orillas del río Atrato

A las 4 pm los cuerpos más codiciados por la guerra se llenan de una mezcla de ansiedad, incertidumbre y miedo, hay que asumir la osadía de regresar a casa atravesando calles por donde se corre el riesgo de quedar en medio de un enfrentamiento entre los señores de la guerra, los “dueños de la vida y la muerte” que se instalaron en las calles, en los puentes, en el río, en el puerto.

Los últimos años en Quibdó han sido complejos, contradictorios y bastante desoladores, el conflicto cada vez más fértil frente a miles de proyectos, sueños y cuerpos de jóvenes apagados o enfrentados a amenazas por resistir al proyecto económico y militar de los “nuevos despojadores”. Las cifras no son claras, pero para el primer trimestre del año las fuentes oficiales reportaron 57 asesinatos- la mayoría menores de 30 años -en comparación con el primer trimestre de 2021 donde se registraron 27 y desde entonces los asesinatos diarios no han cesado, es decir el homicidio en Quibdó en el primer trimestre de este año aumentó el 111%. 

De acuerdo con el Sistema de Información Estadístico Delincuencial de la Policía Nacional -SIEDCO-, entre 2017 y 2019, la cifra de muertes violentas no superó el centenar de casos; pero el número llegó a 151 en 2020 y en su mayoría las víctimas fueron  jóvenes menores de 28 años. Según el portal la oreja roja en Quibdó cada 32 horas se asesina a un joven.  

La disputa por el territorio por parte de los grupos armados se ha incrementado y la violencia que se vive en los barrios se expresa a través de toques de queda impuestos por actores ilegales, fuego cruzado permanente y el riesgo de desplazamiento de gran parte de la población.  De acuerdo al Centro de Estudios sobre Seguridad y Droga (CESED) de la Universidad de los Andes, la violencia urbana en Quibdó va más allá de la delincuencia común, es parte de un “proyecto de control territorial con nexos a grupos armados que trascienden las fronteras locales”, existe quizá una “gobernanza criminal en los barrios”. Sobre los jóvenes no solo se ejerce control de sus cuerpos, sino que se les ha convertido en sujetos productivos de la guerra.

En Quibdó la guerra ha cumplido sus propósitos, y así, en medio de la barbarie, de los daños , del miedo, las juventudes han logrado mantener vigorosos procesos de resistencia a la guerra que se han librado a través de organizaciones y prácticas culturales , de sus Consejos Comunitarios, de la iglesia, desde donde reivindican y defienden sus saberes locales, sus prácticas ancestrales, participan persistentemente en procesos de construcción de la política pública de juventud y han reivindicado con dignidad el derecho al voto.

Los jóvenes que han logrado sobrevivir gritan auxilio, quieren volver a las aulas, a sus familias y a reconstruir sus procesos culturales, deportivos, a sus “parches”, recuperar sus identidades afro e indígenas vulneradas y despreciadas por los actores armados, salir de la precariedad económica, del rebusque, los jóvenes lanzan sus voces para recuperar la confianza por las instituciones que les han dado la espalda y que en ocasiones han participado del despojo de sus sueños.  Ellos miran con ilusión la llegada de este nuevo gobierno y exigen que se les proteja de la muerte y el despojo, que se les proteja de las armas que se les permita experimentar la paz.

Bibliografía

CESED, 2019.  ‘La distribución espacial del delito urbano en Quibdó, 2014-2019’. Universidad de Los Andes

Edit Rosio Gonzalez

Historiadora y Magister en Educación.
Escuela Mario González

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