La especulación a ultranza, fundamento de la nueva economía global, tiene en las ciudades su motor de crecimiento. Los procesos de urbanización se presentan como inevitables y las agendas oficiales se fundamentan en esto para enmascarar como las ciudades se han convertido en mercancía, objetos de deseo para la acumulación de capital. Esto nos ha conducido a ciudades más segregadas e inequitativas, reproduciéndose la violencia sistemática de un sistema patriarcal, racista y xenófobo. En este modelo, el acceso a los servicios se ha convertido más en un privilegio que en un derecho.
Al mismo tiempo se olvida el campo y con ello a la mitad de la población del mundo que vive en él, negando a sus habitantes la posibilidad de planificar y gestionar sus territorios a través de un control directo sobre el mercado financiero e inmobiliario. Las fronteras entre mundo urbano y rural se hacen más borrosas y se coloca sobre el tablero el conflicto creciente que existe en los territorios, entre quienes utilizan todo su poder para apropiarse de ellos y hacer negocio, y quienes resisten a esta expropiación y pugnan por preservar sus derechos. El crecimiento sostenido que plantea el modelo de urbanización imperante no sólo genera tremendas desigualdades en la ciudad sino que, a través de su proyecto civilizatorio, se apropia los territorios de otras comunidades y pueblos. Sus principales víctimas son los pueblos originarios, lxs campesinxs, pastorxs y demás poblaciones afectadas por mega proyectos, grandes carreteras y actividades extractivas, entre otras muchas.
Los desplazamientos de poblaciones y las crisis migratorias son cada vez más graves. Exacerbados por el cambio climático actual y las guerras por los recursos promovidas por Estados y empresas transnacionales, promotoras del modelo de desarrollo vigente, trae consigo fenómenos climatológicos que afectan al conjunto del planeta con graves consecuencias para la naturaleza, los seres vivos y para la población en general, sobre todo para lxs más vulneradoxs. Desde las voces en resistencia, defendemos una interrelación entre los diferentes territorios que no esté fundamentada en la homogenización cultural, la subordinación, la exclusión y la dependencia. Para ello, es necesario cambiar el modelo de producción-consumo, revitalizando los mercados de proximidad y fomentando la soberanía alimentaria.
El modelo actual de urbanización es la manifestación del sistema capitalista, forma de desarrollo excluyente y depredador que solo beneficia al 1% de la población mundial. Ante esto es necesario coordinar las luchas por la defensa de los territorios con un enfoque integral del hábitat, luchando contra el embate neoliberal, contra los desalojos y los despojos, reivindicando: derechos humanos, derecho a la tierra, al agua, a la vivienda, a la ciudad y a la no ciudad, así como la función social de la propiedad y la producción social del hábitat. Desde Resistencia Hábitat 3, defendemos territorios para el disfrute de todas y todos en donde tengamos la oportunidad de participar en verdaderos procesos democráticos en la toma de decisiones, desde la escala barrial a la escala nacional e internacional.
Mientras lo que se ha denominado “Nueva Agenda Urbana” de ONU-Hábitat ha sido elaborada en un bunker militarizado a espaldas de la gente, nosotrxs, pueblos, comunidades y habitantes, provenientes de 35 países del mundo, hacemos un llamamiento por el derecho a decidir con plena autonomía y desde la diversidad de género, etnia, cultura y proveniencia, desde los cuidados compartidos y la soberanía de nuestros cuerpos. Nosotrxs, lxs invisibilizadxs, el 99 por ciento de personas que habitamos este planeta, alzamos nuestras voces en contra de la exclusión, los desalojos y la criminalización de la protesta, exigiendo reconocimiento y respeto por las múltiples formas de habitar. Desde la mitad del mundo, avanzamos en la construcción de una Agenda Integral Hábitat por y para lxs habitantes, fortaleciendo las iniciativas populares como el Tribunal contra los Desalojos, y promoviendo la confluencia de los movimientos sociales en la defensa de nuestros territorios.
Quito, 20 de Octubre de 2016
La Coalición de Movimientos y Organizaciones Sociales de Colombia, COMOSOC es un proceso de articulación de organizaciones sociales de base locales, regionales y nacionales, que existe de hace casi 20 años y trabaja para dar a los movimientos sociales un papel político, de actores protagónicos en la construcción de cambio en el país.