Resistiendo. Durante el 2016 la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular (Cacep) realizó doce (12) cumbres regionales, tres (3) sectoriales y una (1) nacional de Paz. Su propósito: avanzar hacia una ruta social para la paz, expresada en una Agenda Común.
Debates y coordinación temática necesaria porque, 1) si bien la mayoría de movimientos y organizaciones sociales que integran la Cumbre coincidimos en la necesidad de superar el conflicto social y armado por la vía del diálogo y la negociación, cada uno desarrolla lecturas y proposiciones aisladas respecto del escenario de paz. 2) La dispersión de análisis, y formas de proceder, que tornó urgente explicitar los acuerdos y superar los desacuerdos, para incidir de manera más efectiva en la agenda de paz.
Este esfuerzo de poner en diálogo las diversas agendas sociales y políticas del movimiento popular en perspectiva de paz, partió de reconocer que el escenario de La Habana, y otros que se abran con las insurgencias, son importantes, pero no únicos, exclusivos y excluyentes; antes bien, el debate resalta que estos acuerdos de paz entre gobierno e insurgencias son complementarios de los acuerdos y propuestas que encarnan las comunidades, “constructoras históricas de paz desde los territorios”.
Esta manera de enfocar el momento político que atraviesa el país, implicó la realización de un análisis de las realidades locales a partir de una lectura de las afectaciones del conflicto armado y las prácticas “autonómicas territoriales” de resistencia a la guerra, así como de las acciones de movilización y protesta ante las políticas gubernamentales en los territorios.
En desarrollo de esta lógica social y política, una primera tarea para la Cumbre Agraria fue identificar las regiones donde se realizarían las Cumbres de Paz, puesto que la presencia de la Cumbre Agraria es amplia territorialmente y diversa en la comprensión de la misma territorialización. Cada organización y comunidad (campesina, indígena y negra) tiene una construcción diversa sobre el territorio; por tal razón, se identificaron como criterios para la realización de los eventos, la intensidad del conflicto armado y la presencia convergente de organizaciones de la Cumbre Agraria.
El solo hecho de abrir el escenario para discutir sobre la realidad territorial de la guerra y las acciones que emprenden las organizaciones en los territorios, generó debate en cuanto a los alcances reales de los acuerdos de paz entre gobierno e insurgencias, develando, entre otras realidades, la afectación diversa del conflicto en los territorios, y la mayor o menor adhesión de las organizaciones sociales a la agenda de negociación trazada en la mesa de diálogos de La Habana con las Farc y la mesa de Quito con el Eln.
Reflexión que develó un orden de prioridades en la agenda de acción política entre las organizaciones, puesto que para algunas debía centrarse en el respaldo irrestricto a los acuerdos de La Habana, postergando la discusión sobre otros temas “estratégicos” o “estructurales” del modelo de Estado, los mismos que según la agenda gubernamental, no están en discusión.
De este acercamiento problematizador surgieron los interrogantes, ¿Los acuerdos de paz de La Habana, y la voluntad de solución política al conflicto expresada por el gobierno, posibilita la construcción de la paz?, ¿cuál debe ser la posición que adopten las comunidades que convergen en la Cumbre Agraria en relación a los diálogos con las insurgencias?
Despejando el camino
Un primer resultado de estas cumbres de paz fue la construcción conjunta de una concepción de paz, implícita en las propuestas y lecturas elaboradas por cada una de las organizaciones. Esta concepción abrió un marco de comprensión de los alcances y contenidos de la paz, cuestionando la propia del gobierno, que la ha entendido como un acto de rendición de las guerrillas, sin tener en cuenta las demandas del movimiento social, que están en la raíz del conflicto. Es así como la paz, para ser sostenible y duradera, debe considerarse como un proceso que requiere de ciertas condiciones que transcienden la simple dejación de armas y la incorporación a la vida civil de los combatientes.
Es decir, las condiciones de una paz sostenible y duradera tienen que ver con los contenidos y las formas de construir la paz. En tal sentido se afirma la necesidad de crear escenarios de diálogo para construir pactos sociales que garanticen la participación de una pluralidad de actores sociales y políticos en la toma de decisiones sobre la economía, la política, la cultura, la educación, en las esferas públicas locales, regionales y nacionales. Debate, diseño de nuevas políticas públicas, movilización, acción directa, todo ello en pro de crear condiciones de vida digna en un proceso de democratización de la sociedad colombiana.
En cuanto a los contenidos de la paz, se logró ratificar una serie de temas ya acordados previamente en el pliego de exigencias**, y que tienen que ver con la superación de los impactos negativos de la guerra, para avanzar en pro de condiciones de vida digna, justicia y democracia. Pero que se amplían y enriquecen con una perspectiva territorial y temporal, demarcando diferencias y complementariedades entre formulaciones, que plantean visiones y sueños más amplios de las organizaciones y comunidades (elementos de plataforma política), otras que contribuyen a la construcción del empoderamiento popular con o sin el aval gubernamental (elementos de programa) y algunas que hacen parte de las exigencias más concretas dirigidas a los gobiernos nacional, departamental y local (elemento de pliego de exigencias).
Logro que, sin embargo, plantea un conjunto de interrogantes respecto al despliegue de estas propuestas: ¿Cómo poner a jugar estos elementos con la negociación que adelanta la Cacep con el Gobierno y con las posibilidades que abren los acuerdos con las insurgencias?, ¿Cuál es la voluntad y capacidad de impulsar de manera conjunta (entre las organizaciones de la Cacep y con otros) una agenda de acción política en perspectiva de paz?
Son varios los obstáculos y retos que la Cumbre Agraria debe superar para hacer posible su agenda común de paz, entre ellos, que si bien cada organización comparte en términos generales las concepciones y los contenidos comunes de la paz, difícilmente depone sus agendas particulares para impulsar de manera decidida agendas comunes. Dos razones para esto: las organizaciones mantienen relaciones del orden nacional pero no comparten ni experimentan acercamientos en el territorio; el otro aspecto que pesa mucho son las tradiciones políticas, ideológicas, organizativas y culturales, relacionadas en muchas ocasiones de manera contradictoria, lo que genera conflictos territoriales difíciles de superar en un evento o en esporádicos encuentros, como las Cumbres de Paz.
Un reto no menor en el camino de una agenda común, es el salto necesario para pasar de la propuesta, y de la protesta, a la acción directa. Esto se debe en parte a las prioridades y métodos de acción de cada cual: ¿Atendemos la agenda inmediata de los acuerdos de paz entre las insurgencias y el gobierno con logros concretos, o nos lanzamos a la acción con demandas más estratégicas de largo plazo, para logros más amplios?, ¿con qué capacidades (organizativas, políticas, financieras, etcétera) se cuenta para desarrollar acciones concretas más eficaces?
Otro reto, relacionado con los anteriores, tiene que ver con la definición de los escenarios de acción política. ¿Dónde y quién define la agenda de paz? La Cumbre plantea que la Agenda Común de Paz debe trasladar el escenario de discusión de paz de las instancias nacionales –arriba–, para tomar asiento abajo, al afirmar que esta agenda “debe tener un asiento y validación territorial respetando las autonomías de las comunidades, reconociendo que son las regiones las que generarán las experiencias organizativas de unidad, para enfrentar las problemáticas y conflictos de orden político-económico-social-cultural”.
Es así como la Cumbre Agraria traslada el centro de la participación en la deliberación y decisión sobre la paz, de las mesas con las insurgencias y los escenarios estatales a múltiples escenarios, como: “Mesa Social para la Paz, Cabildos, Consejos Territoriales Populares, Comisión Étnica para la Paz y la Defensa del Territorio, Constituyentes, Coordinación Étnica Nacional de Paz, Gran Diálogo Nacional, entre otros”. Pero acá la pregunta es: ¿Conviene dispersar las capacidades de las organizaciones en diversos escenarios?, ¿priorizar los escenarios propios agenciados por el movimiento social, no desatendería los escenarios políticos institucionales en los que se toman decisiones que afectan la agenda pública en torno a la paz, tales como los poderes legislativo, judicial y el ejecutivo?
En este debate la Cumbre Agraria se acerca con sospecha al discurso de paz gubernamental, pero denuncia su doble discurso, al manifestar que el gobierno, con su “demagogia de la paz” desatiende su compromiso de garantizar la oposición política, puesto que se “recrudece la criminalización, persecución y exterminio de líderes y lideresas sociales, que deja por saldo 94 asesinatos, 5 desapariciones forzadas, 46 atentados y 302 amenazas durante el 2016”. Mientras avanza en reformas institucionales y legales que van en contravía de las aspiraciones de las comunidades rurales, al impulsar y atornillar un modelo de desarrollo extractivista y de desmonte de las garantías sociales.
La construcción de la Agenda Común de Paz, como herramienta, posibilita la consolidación y fortalecimiento del actor social Cumbre Agraria. Es decir, fortalece y visibiliza nuevos actores políticos que han permanecido al margen de la deliberación y decisión de los asuntos públicos. ¿Cómo hacer de la Cumbre Agraria un actor determinante para el logro de una paz sostenible y duradera, que favorezca los intereses de los sectores populares?
El 2017 trae nuevos retos y recoge los de años anteriores. Agendarlos y articularlos de manera precisa, con métodos adecuados y responsabilidades claras, es esencial para dilucidarlos y extenderlos al conjunto social, en busca de las alianzas necesarias para que se tornen en triunfos concretos y, ojalá, generales.
Publicada en: https://www.desdeabajo.info/ediciones/30656-la-paz-desde-arriba-y-la-paz-desde-abajo.html
* Vocero de la Comosoc en la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular.
** http://www.comosoc.org/PLIEGO-DE-EXIGENCIAS-MANDATOS-PARA-14
Christian Mantilla. Abogado defensor de derechos humanos, con experiencia en proyectos colaborativos orientados a la promoción y defensa de los derechos de la población rural y la incidencia en políticas públicas para la ruralidad. Interesado en la investigación socio-jurídica en políticas públicas, derechos humanos y la acción colectiva de las comunidades rurales indígenas, negras y campesinas.