Democracia, agenda común y tomar parte *

En la Comosoc hemos construido una Agenda Política Común a partir de la puesta en diálogo de las experiencias de las organizaciones sociales y la lectura crítica de la realidad. Esta Agenda Común gravita en torno al extraño carácter de la Democracia, y particularmente de lo que podríamos llamar la disputa por la democracia colombiana.


En Colombia se ha construido históricamente una democracia formal bajo la modalidad de representatividad delegada, la cual ha buscado instrumentalizar la organización autónoma y directa de la vida común de las personas y comunidades, poner a jugar la reinvención de sus derechos en un circuito cerrado que alimenta el largo trasegar de un gobierno modernizante y oligárquico, que limita a una participación vacía la acción de quienes toman parte, en función de un estado leguleyo y clientelista en todos sus niveles. Esta democracia, quien sabe si como muchas otras, es una en la que ondean las banderas de la libertad para justificar un monopolio sobre la potestad de decidir en nombre de todos y todas, en la que se asesina en nombre del interés general.

Una democracia vertical, excluyente, criminalizante y en no pocos casos, criminal. En Colombia toda forma de organización autónoma de las comunidades y sus acciones políticas de denuncia, de exigencia de justicia social y reconocimiento de derechos ha sido y sigue siendo satanizada, incriminada y criminalizada a los ojos del conjunto de la sociedad, a través de los medios de comunicación, la aplicación del poder punitivo, policivo y militar del estado, a fin de acallar las voces disidentes que reclaman justicia, equidad y libertad. El acto de disentir, de ponerse en desacuerdo con esta democracia recibe en ella el más duro, injusto y despótico de los tratamientos.

¿Qué tan democrática es esta democracia? ¿O de qué manera es democrática esta democracia? ¿Qué quiere decir ponerse en desacuerdo con ella? La Comosoc asume la organización, la acción de tomar parte activa y el autogobierno como piedras angulares para pensar nuestra diferencia con esa democracia. La otra democracia la entendemos como la voz, las razones y el poder del pueblo. El poder de aquellos que no tienen el reconocimiento y el “título” para ejercer poder, para participar en los asuntos públicos, para tomar parte en los asuntos comunes, de quienes se espera que obedezcan, voten, deleguen y guarden silencio, pero quienes por el contrario se atreven a alzar su voz y cuestionar a aquellos que se han abrogado la potestad de decidir por los demás, valiéndose de su fuerza (Autoritarismo), su poder heredado (Aristocracia), su capacidad económica (Burguesía) y a su supuesto conocimiento (Sofocracia).

Nuestro énfasis en la voz, la razones y el poder de aquellos a quienes se les ha negado el poder de decisión sobre sus vidas, supone un distanciamiento de la idea de la democracia como una simple técnica de gobierno y modelo de estado, tan arraigada en los discursos políticos contemporáneos (de derecha y de izquierda). Esa idea de la democracia, como técnica o modelo, es quizá lo más anti-democrático que existe; en ella la democracia se convierte en una idea pequeña, en una técnica de decisión por consensos o mayorías, en un modelo de gestión de los conflictos, con pretensiones de incuestionable, adverso a la posibilidad misma de las diferencias reales y profundas. Esta versión de la democracia despolitiza los conflictos sociales al introducirlos en sus canales, sus modos, sus lenguajes y busca negar el hecho de que la irrupción de la voz, la razón y el poder de los incontados, excluidos y oprimidos, no se resuelve con acuerdos policlasistas o la decisión de mayorías, y que dicha irrupción esta siempre en posición de exceder el orden establecido y establecer una escena de litigio estructural. Para nosotros, como para muchos otros, la disputa por la definición y la organización de lo común es la base política de la democracia. Decir esto es decir que lo “común” no está preestablecido y que no es simplemente punto de llegada consensual, sino que lo común esta sujeto a la disputa misma por el movimiento transformador de los sentidos de la vida, esto es, por sus comprensiones, razones y orientaciones. Este es el movimiento de la historia y la emancipación permanente de la humanidad, contrario a la idea del fin de la historia o el determinismo histórico.

Entendemos que solo la emergencia de un pueblo, que construye proyectos de vida comunitarios y reinventa sus derechos, es posible construir una sociedad justa, plural, capaz de posibilitar la circulación de la voz, las razones y el poder del pueblo en la constante e imperfecta construcción de lo común. Para que emerja un pueblo tiene que peliarse la identidad, tiene que ocurrir a la vez la identificación con otro, pero también con un “ser otro” que no se deja encasillar en la identidad impuesta por el orden establecido; una búsqueda y un desprendimiento de aquello que “somos”. Por ejemplo, el “proletariado” no es simplemente el conjunto de trabajadores definidos como herramientas en las relaciones de producción, sino la identificación de los sujetos excluidos que asumen una voz y razón con igual dignidad ante sus opresores; así mismo, el “feminismo” no es simplemente la defensa de la mujer como sexo opuesto y diferente a los hombres, como tampoco en cuestión de género lo son quienes representan formas diversas a la existencia heteronormativa; sino que se identifican en una historia común de sometimiento, asumiendo una autonomía que cuestiona la subordinación y reclama autodeterminación; tampoco el “campesinado” es el trabajador agrario que produce bienes de consumo que extrae de la tierra, sino esa comunidad que establece relaciones diferentes con la tierra y el territorio.

Pudiéramos seguir enunciando expresiones de procesos de subjetivación dentro del movimiento de la democracia como lógica de acción política que busca introducir un disenso respecto de los lugares, roles e identidades asignados por el poder establecido, en un ejercicio de autodefinición-identificación que disputa el sentido, los fines, las formas de dirigir la vida en común. La democracia y la política no se agotan entonces en la administración de lo existente, del orden establecido, del control del estado; aunque no se niega a las preguntas y consideraciones por el establecimiento de un nuevo orden, a esa pregunta llegan a través de la construcción de modos de vida buena que constituyan alternativas de organización social, económica y política.

La democracia tampoco se agota en el orden del poder “político” (administración), pues los fines y los campos sociales o ámbitos de existencia están siempre en juego y en disputa. El sentido en los ámbitos de la economía, el arte, la religión, también están en tensión permanente en la lógica de la democracia y la política. Por esa razón, el derecho, la cultura, la economía deben entrar en la disputa por la democracia, en el discurso y en la práctica política, pues en ellos está en juego el sentido y los fines de la existencia humana en su permanente movimiento de emancipación.

A partir de lo anterior la Comosoc ha organizado algunas líneas de acción para su práctica política:

1. La construcción de una agenda política, programática y de acción común entre todas las organizaciones sociales y populares que fortalezca mutuamente sus capacidades organizativas haciendo posible sus proyectos de vida común.
2. El reconocimiento de la diversidad cultural, social e ideológica de los sujetos subalternizados, así como la construcción de procesos de subjetivación política que disputen el sentido y el orden establecido por el poder político actual.
3. La promoción de la participación en la toma de decisiones en los ámbitos de la organización comunitaria, política, económica, social de todas las personas, a través de instancias de autogobierno territorial, que interlocute y dispute con las instancias del estado.
4. La visibilización de la voz y la razón y la proyección de la expresión política de los excluidos, silenciados, despojados, en aras de hacer valer sus derechos y libertades, sin el filtro exclusivo de los organismos de Estado, los partidos hegemónicos y las ONG que han asumido su vocería.
5. Abogar por la garantía y defensa de los derechos de libre opinión, expresión y asociación, y rechazar activamente la estrategia creciente de criminalización de los movimientos y organizaciones sociales.

Estas son apenas algunas reflexiones que hemos venido haciendo, a partir de la experiencia, el análisis crítico de la realidad y la apropiación del conocimiento construido por algunos académicos, con quienes compartimos algunas perspectivas teóricas respecto a la política y la democracia. Cabe advertir, que este debate no pretender cerrar la discusión respecto de la cuestión de la democracia, en su relación con la política y los sujetos populares, antes bien, son apenas algunas ideas que buscan abrir un espacio de diálogo respecto de los temas aquí señalados.

Bogotá, DC. 16 de julio de 2017.

Coalición de Movimientos y Organizaciones Sociales de Colombia – Comosoc

*Documento elaborado para el Seminario Político de Otra Democracia realizado el 16 y 17 de julio de 2017 en Bogotá.

Referencia bibliográfica
G. Agamben, A. Badiou, et Al. 2010 Democracia ¿en qué estado? Buenos Aires. Prometeo Libros

Christian Mantilla. Abogado defensor de derechos humanos, con experiencia en proyectos colaborativos orientados a la promoción y defensa de los derechos de la población rural y la incidencia en políticas públicas para la ruralidad. Interesado en la investigación socio-jurídica en políticas públicas, derechos humanos y la acción colectiva de las comunidades rurales indígenas, negras y campesinas.

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