Aunque hayan pasado de moda las ideologías, el ideal de la revolución del proletariado y los grandes aparatos o instituciones que decían ser dueños de la verdad, todavía en el mundo soñamos con sociedades diferentes, más allá del capitalismo.
Digo sociedades porque no será una sociedad. El nacimiento de esas otras realidades no será por una lucha sino gracias a múltiples luchas, disipadas y en fuga constantemente. Luchas donde el cuerpo-territorios, cuerpo-animalados, gritos ancestrales, mitos enterrados, palabras ignoradas, habrán de juntarse para construir nuevas territorialidades, nuevas sociedades.
Hablo de micro-luchas, micro-resistencias, movidas por el deseo y posibles con otros, otras y otres por el contagio.
Como un virus que entra por la piel e infecta al cuerpo viejo de la sociedad capitalista en todas sus dimensiones: relaciones, sueños, maneras de ver la vida, producción, lenguajes… Un virus que lo afecte todo, así deberán ser nuestras luchas. Cada uno de nosotros un agente del virus, un virus en potencia dinamitando cada órgano de ese viejo cuerpo enfermo y cansado.
Mimetizados en el ambiente, así funciona un virus y así contagia, sin escándalo pero eficaz. El cuerpo máquina de la sociedad está cansado y enloquece cuando se le descodifica por dentro su propio cuerpo. Cuando no se nombran las cosas como él lo enseñó, cuando un cuerpo rechazado por siglos desnuda la verdad, cuando la ley y sus pequeñas normas son desobedecidas y re-significadas. Cuando nuestra belleza ya no es su belleza, y ahí justo ahí se desprende el contagio de nuestro virus asesino.
Hablo de inventar lenguajes y símbolos, de crear códigos como las manadas. Nuevas estéticas, deseos para estar juntos. Hablo de imaginar un mundo desde nuestros suelos y hacerlo posible con pequeñas acciones. El capitalismo está enfermo, ulcerado pero aún ruge como cíclope ciego. Hay que darle vuelta en sus máquinas donde aún hoy funciona:
la universidad, la escuela, el resguardo, la Fábrica, la iglesia, también en el Estado re significando sus códigos y palabras, desobedeciendo y juntándonos con otros en sus diversidades.
Seamos una manada que hable otros lenguajes y persigue otros símbolos, que establezca otros territorios y sonoridades. Una manada, un pequeño mundo, otro mundo que contagia hasta hacer morir esta antigua sociedad moribunda.
Filósofo, especialista en epistemologías del sur por CLACSO (consejo latinoamericano de ciencias sociales) y magister en ciencias sociales y educación por FLACSO (facultad latinoamericana de ciencias sociales, Argentina). Escritor, columnista y colaborador en diferentes medios como rfi (radio francia internacional), revista Hecho en Buenos Aires y analista sobre temas de conflicto en El Espectador, Colombia.